El bipartidismo no es mala palabra.
Empecemos por evitar equívocos. Cuando un sistema político es dominado por dos grandes partidos, a los que se suman, en el margen, pequeños partidos con agendas estrechas o ubicados en los extremos del espectro político, estamos ante un sistema bipartidista. Bipartidismo no es una mala palabra, sino un término descriptivo que suele, eso sí, ser satanizado por los partidos y organizaciones cuya agenda no es acuerpada por los partidos mayoritarios.
Bajo esta acepción, el bipartidismo no implica coincidencias ideológicas, aunque puede haberlas. Las diferencias entre tories y laboristas eran inmensas y aún son considerables. Entre el PSOE y el PP hay abismos, aunque Rodríguez Zapatero haya adoptado un programa económico muy conservador. Y, con todas las decepciones que nos ha deparado Obama, hay un universo de diferencia entre el Partido Demócrata y los radicales del Tea Party.
El Pacto Chinchilla – Solis
El Pacto Chinchilla – Solís, que no debería haber tomado por sorpresa a ningún observador con un mínimo conocimiento de la historia de ambos partidos y que haya sabido mirar más allá de la encendida retórica con que a veces decide entretenernos nuestra Asamblea Legislativa, marca, sin embargo, un cambio importante en la dinámica política nacional.
La alianza inicial entre el gobierno del PLN y el ML tenía una base mucho menos sólida. Cierto es que el Arismo y el ML coincidían en una agenda de apertura de mercados, pero, de nuevo, solo quienes por superficialidad o efecto retórico han tratado de hacer Arismo sinónimo de neoliberalismo podrían desconocer las profundas diferencias en otros campos: don Oscar habló de la necesidad de incrementar impuestos desde la campaña electoral – algo a lo que pocos candidatos se atreven – y, si bien no logró la aprobación de una reforma tributaria en su gobierno, impulsó un crecimiento notable del gasto público, de la planilla estatal y de los salarios del sector público, todo ello en directa contraposición a las aspiraciones de un estado mínimo propias de los libertarios.
Pero si aún las bases iniciales de la alianza PLN-ML eran limitadas, es cierto además que la agenda económica de doña Laura nunca coincidió con la de don Oscar: desde la campaña electoral ella se opuso a la minería metálica, y muy pronto en el gobierno abandonó el proyecto de creación de un mercado eléctrico mayorista que le había heredado don Oscar.
Entretanto, las coincidencias de fondo entre el PLN y el PAC, invisibilizadas en parte por la evidente animadversión personal entre líderes de ambos partidos, ofrecían una base para una alianza de mayor calado: al fin y al cabo, don Ottón Solís no se retiró del PLN renegando de la ideología de ese partido, sino convencido de que tanto en lo económico como en lo ético el PLN había traicionado sus valores y su historia. Pero ni el Arismo ha sido nunca tan neoliberal como se le pinta, ni el PLN ha abandonado nunca sus aspiraciones en material de justicia social, ni faltan liberacionistas de ética rigurosa, aunque no coincidan con don Ottón acerca de la necesidad o el carácter superfluo de ciertos gasto.
Un reencuentro era casi inevitable, aunque, en muchos temas, persistan diferencias de fondo.
El retorno de los jefes.
No bastaba, para ese reencuentro, una simple coincidencia en algunos temas sustantivos.
A pesar de las ilusiones de quienes creen en liderazgos puramente colectivos o basados tan solo en ideologías y principios (nobles aspiraciones, no hay duda), lo cierto es que una negociación política compleja no puede nunca llegar a buen puerto si no hay líderes claros en cada uno de los bandos. Y si algo nos ha puesto en evidencia el Pacto Chinchilla – Solís es que, por una parte, doña Laura, tras un inicio tambaleante, está consolidando su autoridad dentro de su partido (la neutralidad política del presidente es otra ficción dañina que deberíamos abandonar a toda prisa: no tiene ninguna posibilidad de éxito un Presidente que no sea, al mismo tiempo, el líder de su partido) y don Ottón, tras su período de retiro académico, ha retomado el liderazgo de su partido, sin necesitar para ello de ningún cargo formal dentro de su estructura.
La negociación fue exitosa porque la dirigieron los jefes de las dos agrupaciones, imponiendo, la una, disciplina a un gabinete y una fracción que no estaban convencidos de todos los términos del acuerdo y, el otro, a las fracciones más reacias a llegar a un acuerdo con el gobierno, fuese cual fuese su posición dentro de la jerarquía partidaria o dentro de los supremos poderes.
Aunque la autoridad de un líder partidario no es nunca monolítica, y aunque siempre haya rivales al acecho, el retorno de los jefes se ha consumado.
La Alianza se desmorona
Sean cuales sean los efectos que la eventual aprobación de la reforma tributaria tenga sobre el crecimiento económico y la justicia social en nuestro país, los efectos políticos del Pacto Chinchilla – Solis son ya manifiestos.
Por la izquierda, el ex diputado Merino del Río ha publicado un artículo en el que iguala “la vía rápida” a “la mala vía”. Por la derecha, la diputada Pérez se lamenta del voto otorgado al diputado Mendoza para su elección a la presidencia legislativa. En un incierto…¿centro?, el diputado Fishman, una de las figuras más poderosas de la Asamblea Legislativa hasta hace pocos días, queda de pronto relegado a los márgenes parlamentarios. El líder el ML, quien no ha sido condenado por nada, enfrenta sin embargo, investigaciones de las que parece dificil que salga del todo bien librado mientras que el PUSC, heredero de dos ex presidentes condenados por sus delitos, difícilmente tendría futuro por sí solo.
El camino parece despejado para un sistema político dominado por dos grandes partidos: el PLN y el PAC.
Las perspectivas electorales.
Todo esto cambia la dinámica electoral.
Parece bastante claro que el PAC – que,tanto en el apoyo a una reforma tributaria que incluye impuestos a las zonas francas, renta global y renta mundial, como en la denuncia de ciertos personajes, actúa con total coherencia, con valor y con sentido de la responsabilidad – no tiene posibilidades de ganar unas elecciones a las que concurra por sí solo.
Sin embargo, también es claro que aún si fuera derrotado, el PAC sería por mucho el partido más grande de la oposición. Cualquier gobierno que quisiera avanzar una agenda legislativa ambiciosa tendría que repetir el peregrinaje que el ministro Herrero recién completó a Pérez Zeledón….o a la residencia de don Ottón en San Pedro.
Cierto que en política no hay heridas irreparables. Quien lo dude, que recuerde los insultos que hace pocos días intercambiaban diputados que hoy son parte de la mayoría calificadísima que dio vía rápida a la reforma tributaria. Aun así, las probabilidades de que se mantenga de cara al 2014 la alianza que dio a la oposición control del directorio legislativo en mayo pasado parecen cada vez más remotas.
En lo inmediato, esto abre una clara posibilidad para que el PLN recupere el control de la Asamblea Legislativa en mayo 2012.
Y mirando hacia el 2014, la posibilidad de una tercera victoria electoral seguida del PLN parece, súbitamente, más cercana.
Doña Laura ha ganando estatura y parece haberse salido, finalmente, de la larga sombra que proyecta don Oscar Arias. Sin embargo, el Arismo, está lejos de salir derrotado. En algún rincón de Heredia o Guanacaste don Rodrigo Arias debe estar sonriendo.
excelente análisis, el único problema es que en el pasado el bipartidimo fue algo muy dañino para Costa Rica, con pactos secretos y cleptocracias galopantes. Aun recuerdo como un exembajador de México decía, que la diferencia entre el PLN y el PUSC en aquellas épocas era que unos iban a misa de 5 y los otros a misa de 7.
ResponderEliminarHoy algo ha cambiado, pero la sombra del bipartidismo que administraba a Costa Rica como una finca aún persiste en la conciencia colectiva de los costarricenses y no es porque se ha satanizado, sino porque la historia nos ha demostrado todo el descalabro que todo provoco a la sociedad costarricense en general.
Saludos