miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿Apoyar o combatir la reforma tributaria?


Del superavit al déficit: en el transcurso de unos pocos años, Costa Rica ha pasado de una posición de superávit fiscal a una de persistente déficit de alrededor del 5% del PIB.  Para cerrar esta brecha, el gobierno propuso una reforma tributaria que pretendía recaudar alrededor de 2 puntos del PIB y recientemente llegó a un acuerdo con el principal partido de oposición para introducir 17 cambios en el proyecto original, con el propósito de hacer más progresiva la reforma (es decir, para incrementar la contribución relativa de los grupos de más altos ingresos).

Quienes se oponen a la reforma han propuesto tres argumentos para ello:

  1. Que la reforma es regresiva, especialmente por la importancia que tienen dentro de ella el impuesto al valor agregado.
  2. Que la reforma tendrá un impacto negativo sobre la actividad económica (a lo que a veces se agrega que no se deben subir impuestos en medio de una recesión económica)
  3. Que la carga tributaria en Costa Rica ya es muy alta y que lo que se requiere para reactivar la economía es más bien bajar los impuestos.
Ninguna de estas críticas tiene fundamento.  

Sobre la regresividad: al analizar los méritos de una reforma tributaria, no tiene sentido comparar la reforma propuesta contra un sistema ideal que nunca ha existido.  La comparación relevante es contra el sistema que existe en la actualidad y que la reforma pretende transformar.  Hecha esta aclaración, la reforma propuesta, aún es su texto original, el claramente progresiva: elimina exoneraciones en los impuestos al consumo que benefician, de manera desproporcionada, a los grupos de ingresos medios y altos, y grava formas de ingreso hasta ahora exentas y que en buena medida también se concentran en grupos de ingresos altos.  Esto ha sido ratificado por los estudios del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la UCR, así que no hace falta creerle al Ministerio de Hacienda para verificarlo.  Los cambios en el proyecto tributario acordados en el pacto Chinchilla-Solís vienen a hacer aún más progresiva la reforma.

Sobre la supuestamente alta carga tributaria: cualquier comparación cuidadosa con países de ingreso semejante al de Costa Rica lleva inevitablemente a la conclusión de que a) los ingresos del gobierno central como porcentaje del PIB son relativamente bajos en Costa Rica b) la carga tributaria total, es decir, incluyendo las cargas sociales, también es relativamente baja.  En este punto, hay que tener cuidado con comparaciones engañosas: algunos países tienen ingresos por la explotación de minerales (tanto royalties como utilidades generadas por empresas estatales), en algunos casos la seguridad social es privada, Panamá tiene los ingresos del Canal.  El punto es que si la comparación se hace de manera técnicamente correcta (comparando peras con peras) el resultado es que comparativamente hablando, la carga tributaria en Costa Rica es baja.  Y ciertamente, nuestra economía no está en recesión: está creciendo a un ritmo del 4% anual.

Finalmente, carga tributaria y el crecimiento económico: la afirmación de que bajando los impuestos sube el crecimiento no tiene respaldo empírico.  Se podría hacer una lista interminable de ejemplos, pero es claro que algunos de los países con carga tributaria más baja se encuentran entre los países más pobres del mundo, y sin ninguna tendencia a salir de allí (Haití) mientras que si se estudia, por ejemplo, la historia económica de Estados Unidos es claro que los períodos de crecimiento (la post Guerra, el gobierno de Clinton, entre otros) han estado con frecuencia asociados a incrementos de los impuestos, mientras que las rebajas tributarias del los años de Bush  fueron el preludio de la gran recesión.

Descartadas estas tres críticas a la propuesta tributaria del gobierno y, ahora, del PAC, ¿debemos concluir que la reforma merece nuestro apoyo?

Los dos efectos de la reforma
Para responder a esta pregunta, es útil separar dos efectos de la reforma.  Por una parte, la reforma cambia la distribución de la carga tributaria, incrementando el porcentaje aportado por grupos de ingresos relativamente altos.  En otras palabras, tiende a hacer que el sistema tributario sea más justo (en el sentido de progresivo) y en mi opinión, desde este punto de vista, la reforma merece el apoyo de la ciudadanía (me refiero, claro, a los grandes lineamientos, pues el detalle del nuevo texto de la reforma aún no es conocido).

Por otra parte, la reforma incrementa los ingresos tributarios.  Desde este punto de vista, la respuesta es un poco más complicada.

Por supuesto que si los ciudadanos queremos ampliar la cobertura y mejorar la calidad de los servicios públicos, así como incrementar la inversión pública, tendremos que pagar por ello con mayores aportes tributarios.  Sin embargo, recordemos que, con la excepción del impuesto que se ha propuesto para financiar la seguridad ciudadana, los nuevos ingresos que generaría la reforma tributaria no tienen el propósito de financiar la expansión o mejora de los servicios públicos, sino la de reducir el déficit fiscal.  Es oportuno, entonces, recordar por qué y cómo pasamos de un pequeño superávit a un importante déficit fiscal.

La política fiscal frente a la crisis.
Empecemos por decir que la bonanza tributaria generada antes de la crisis del 2008 se usó prudentemente.  Se redujo la deuda pública y se creó un superávit, abriendo así campo para incrementar el gasto (y la deuda) si en algún momento ello llegaba a ser necesario.  Y ese momento llegó justamente con la crisis: para compensar la caída en la demanda privada, y para proteger del impacto de la crisis a los grupos de menores ingresos, el gasto público creció.  Al mismo tiempo, como consecuencia de la crisis, los ingresos disminuyeron, y el superávit se transformó en défit.

Esto es exactamente lo que había que hacer, tanto desde el punto de vista de la solidaridad con los grupos de menores ingresos, como desde el punto de vista del estímulo a la actividad económica.  En cuanto al primer punto, las investigaciones del Estado de la Nación concluyen que el gasto social contribuyó a disminuir el impacto de la crisis económica sobre los grupos de menores ingresos (en otras palabras, la pobreza hubiera sido mayor sin ese gasto) mientras que, en términos comparativos, la contracción experimentada por la economía costarricense fue pequeña y el inicio de la recuperación fue pronto.

Hasta aquí, todo parecería ir muy bien.  Si entramos en mayor detalle, vemos que desde el punto de vista social, los motores del incremento del gasto fueron las transferencias sociales condicionadas y el aumento de la cobertura y el monto de las pensiones del régimen no contributivo.  Estos son incrementos temporales, ya que conforme se reactive la economía y se reduzca la pobreza, la necesidad de transferencias condicionadas disminuye, y a lo largo del tiempo el número de personas que no contribuyeron a un fondo de pensiones tenderá a disminuir, porque la cobertura de estos sistemas ha aumentado de manera importante.

Pero hubo otro motor del gasto: el incremento del costo de la planilla del sector público, motivado por nuevas contrataciones y por un significativo aumento de los salarios de los profesionales en el sector público.  Y llegados a este punto, las cosas ya no pintan tan bien:  el incremento temporal de los gastos y el déficit para contrarrestar la caída temporal de la demanda privada es algo perfectamente razonable.  Pero aquí estamos hablando de gastos recurrentes, financiados con deuda.

Una parte de este incremento fue el resultado de una decisión del Ejecutivo: contratar más personas.  Otra fue, en buena medida, el resultado de reglas sobre las que el Ejecutivo no tiene control: un ajuste técnico del salario de un grupo reducido de funcionarios resultó, debido a un complejo conjunto de regulaciones y acuerdos que ligan los salarios de un grupo de funcionarios a los de otros grupos, en un ajuste para decenas de miles de trabajadores.

Nótese que no argumento que las nuevas contrataciones fuesen innecesarias, ni que los aumentos fuesen injustos.  Señalo simplemente que se incrementaron gastos recurrentes sin tener los ingresos tributarios necesarios para pagarlos. Y, agregaría, sin que los ciudadanos hayamos sentido un cambio significativo en la calidad de los servicios que recibimos del estado.

Una propuesta incompleta

Llegados a este punto en que creo que se justifica una crítica a la reforma propuesta por el gobierno, por incompleta. 

Nuestra normativa expresamente prohíbe financiar gasto corriente con deuda, pero esta norma ha sido ignorada repetidamente sin más consecuencia que dictámenes negativos de la Contraloría General de la República a las liquidaciones presupuestarias presentadas por el Gobierno de la República.  No hay un solo elemento en las propuestas del gobierno, hasta ahora, orientado a impedir que, en el futuro, esta normativa pueda seguir siendo ignorada impunemente.

Por otra parte, el gobierno simplemente carece de instrumentos que le permitan fijar una política salarial para el sector público en su conjunto.  Sigue siendo perfectamente posible que una resolución de un tribunal que afecte inicialmente a unos pocos trabajadores, un ajuste técnico,  una negociación en una pequeña institución autónoma  a la que nadie presta mucha atención, desate una nueva ronda de aumentos en todo el sector público, sin aportar antes el financiamiento apropiado.

En otra palabras, podríamos aprobar mañana mismo la reforma tributaria, solo para descubrir, poco tiempo después, que nuevas contrataciones y nuevos aumentos salariales se otorgan sin contar con los ingresos para pagar por ellos, ante lo cual un nuevo ministro de hacienda nos diría que el gasto ya se hizo, que es imposible echarlo atrás, y que los impuestos deben aumentar de nuevo.

Cierto es que no todas las reformas se pueden aprobar al mismo tiempo.  Pero quizá deberíamos pedir al gobierno que, junto a su propuesta tributaria, ponga en discusión propuestas que promuevan (“garanticen” sería mucho pedir) un manejo más responsable de la hacienda pública en el futuro.  En particular, resulta indispensable contar con instrumentos que permitan definir una política salarial para el sector público en su conjunto, y con normas que efectivamente impidan, salvo de manera excepcional y temporal, financiar gasto corriente mediante deuda pública.

Los incentivos del gobierno

Un último comentario.  Es perfectamente comprensible que la prioridad del gobierno sea el aumento de los ingresos.  Sin embargo, debemos ser conscientes de que una vez aprobados ingresos adicionales, el gobierno no tiene prácticamente ningún incentivo para aprobar medidas de disciplina fiscal.  Si los ciudadanos queremos un equilibrio fiscal sostenible, el momento para demandar esas medidas es ahora.

12 comentarios:

  1. Muy clara tu exposición Jorge, gracias por el aporte. Ese párrafo final sobre la necesidad de que queden aprobadas medidas para garantizar la disciplina fiscal en aras de equilibrio, es un punto relevante a exigir en el proyecto.

    Quisiera aprovechar y tener la opinión de Mónica sobre el tema de riesgos eventuales por grabar de nuevo Zona Franca

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  2. Excelente enfoque, diseccionaste los puntos y los trataste con la calma que merecen. Definitivamente tenemos un punto de vista muy, muy parecido...

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  3. Me gustaría agregar un punto de vista diferente al análisis que hacés, con el cual coincido desde la perspectiva técnica, pero discrepo en cuanto a que deba entregársele dinero a alguien que ha demostrado que no lo va a usar eficiente y efectivamente.

    Mi punto adicional es el que sigue:

    Antes del aumento de impuestos debe legislarse en relación a la claridad, transparencia y permanencia de las reglas del juego en materia de fiscalización tributaria. Hoy en día, las reglas del juego para el contribuyente no están nada claras y no existe un mecanismo de control de legalidad sino hasta que ya es materialmente imposible evitar los abusos.

    Tributación es juez y parte y sus auditorías se rigen más por las necesidades de flujo de hacienda que por los principios del derecho tributario y las reglas contables.

    Temas como la interpretación de las regulaciones de leasing, el uso de vehículos en el trabajo, la deducibilidad de intereses y otros muchos, se interpretan como le da la gana a la administración, acomodándolos al único fin de emitir un traslado de cargos y no de cobrar impuestos debidos, que debe ser el norte de la gestión fiscalizadora.

    En resumen, antes de darle más dinero a la inquisición, debe establecerse que requisitos hay que cumplir para ser declarado brujo!!!! Saludos,

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  4. Pues me parece muy bien ponerle reglas a la inquisición. Y gracias a los tres por los comentarios.

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  5. Don Jorge, me pareció muy interesante su comentario, en especial porque condensa muchos argumentos que han estado aislados en varios lugares. Me tomé el tiempo de responderle con argumentos a sus planteamientos. Espero que se tome el tiempo de leerlo: http://sentidocomuncr.wordpress.com/2011/09/23/un-pacto-para-mas-irresponsabilidad-fiscal/ Saludos. Felipe Echandi

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  6. Amplio e interesante el comentario de don Felipe. Recomiendo su lectura. Unas observaciones puntuales:

    a) Como muchas otras personas que se oponen al incremento de la carga tributaria, don Felipe recurre a argumentos de teoría microeconómica para afirmar que bajos impuestos promueven el crecimiento económico. Mi afirmación no era teórica, sino empírica: nunca, quienes aportan este argumento a priorístico (basados en supuestos de racionalidad, optimizacion y toma de decisión individual) aportan datos empíricos de países en los que el crecimiento económico se acelera con la reducción (o al mismo tiempo que) de los impuestos, porque los períodos de crecimiento acelerado van correlacionados, en términos generales, con incrementos y no con disminuciones de la carga tributaria.

    Warren Buffet sintetizó bien el argumento. Pero la forma más sencilla de verlo, a nivel micro, es pensar en un empresario que está decidido a retirarse a los 30 años con $100 millones en el banco. Si a este empresario le sube la tasa marginal del impuesto sobre la renta personal, es poco probable que decida que, dado que su trabajo ahora rinde menos ingreso neto, se retirará a la playa a descansar y abandonará sus proyectos empresariales. Es más probable que ese empresario se parta el lomo para, de todas maneras, lograr sus $100 millones antes de cumplir sus 30 años.

    No entro a discutir los argumentos de don Felipe sobre la imposibilidad empírica de evaluar sobre quien recaen los nuevos impuestos. Remito al lector interesado a los estudios que ha publicado el Instituto de Investigaciones Económicas de la UCR.

    Por último, en mi artículo en ningún momento he apoyado la reforma fiscal en cuanto a sus efectos de incremento de la carga tributaria. Por el contrario, señalé un par de medidas de disciplina fiscal que en mi opinión deberían acompañar un posible incremento, y que no son parte de la propuesta actual. Javier León propuso, además, la necesidad de "ponerle reglas a la inquisición", con lo que coincidí plenamente, y varios comentarios privados han señalado que bien está subir la carga tributaria, si la contraparte son mejores o más extensos servicios, pero que pagar más por lo mismo es un trato que dificilmente los ciudadanos van a aceptar. Me parece eminentemente razonable este último planteamiento.

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  7. Don Jorge,

    Agradezco que se haya tomado el tiempo de leer mi comentario.

    Le respondo en tres puntos:

    1. Me parece que es imposible hacer una afirmación puramente empírica en economía. Como desde Kant se ha explicado, es imposible comprender la realidad sin una teoría subyacente. Esto es mucho más cierto en una ciencia social como la economía en donde el sujeto de estudio (la acción humana) no es algo regular como en la física o en la biología, sino algo que depende de las valoraciones subjetivas de las personas. Afirmaciones puramente empíricas por lo tanto, en mi opinión, no tienen valor científico alguno por lo que aunque existieran, no podrían servir de base para formular políticas públicas. Lo contrario permite errores como la Curva de Philips que confunden correlación con causalidad. Por este motivo, algunos preferimos ofrecer una explicación teórica a los problemas económicos (que no responden a la, en mi opinión forzada distinción, entre microeconomía y macroeconomía).

    2. Supongo que al mencionar el argumento de Warren Buffet se refiere al artículo publicado en el NYTimes (http://www.nytimes.com/2011/08/15/opinion/stop-coddling-the-super-rich.html) en donde Buffet argumenta que algunos de sus empleados pagan menos impuestos que él, entre otras cosas. Buffet no sólo omite en su artículo el efecto del corporate tax rate (que anda por un 35%) sino que hace una afirmación en donde en mi opinión comete el mismo error mencionado en el apartado anterior:

    "I have worked with investors for 60 years and I have yet to see anyone — not even when capital gains rates were 39.9 percent in 1976-77 — shy away from a sensible investment because of the tax rate on the potential gain. People invest to make money, and potential taxes have never scared them off. And to those who argue that higher rates hurt job creation, I would note that a net of nearly 40 million jobs were added between 1980 and 2000."

    Como yo admití en mi respuesta inicial, ciertamente los impuestos no son la única variable que determina el crecimiento económico. Tenemos países con bajísimos impuestos como Guatemala y Haití, pero también está Hong Kong; y países con altísimos impuestos como Suecia, pero también como algunos países africanos que viven en total pobreza. El punto es que ceteris paribus, sí puede decirse que menos impuestos contribuyen a mayor crecimiento.

    Me gustaría saber su opinión sobre las zonas francas en Costa Rica. Si los impuestos no tienen nada que ver como Buffet y Ud. sugieren, ¿cual es el sentido de las zonas francas? y ¿por qué las empresas se instalan en ellas y no fuera del régimen?

    3. Finalmente sólo una duda: tenía entendido que los estudios del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la UCR eran sobre el proyecto inicial de Solidaridad Tributaria, no sobre el texto sustitutivo ni mucho menos sobre el reciente PACto. Si Ud. tuviera uno más reciente le agradecería si me pudiera remitir el enlace. ¿O se refiere a una parte del estudio específicamente en relación con el IVA?

    Es un gusto discutir con respeto. Espero poder seguir haciéndolo.

    Saludos,
    Felipe Echandi

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  8. Hola. En estos tiempos de infoxicación por inmediatez es cuando más se necesita dedicar calma y espacio a los temas importantes y tus posts lo logran. Me atrevo a sugerirte incluir referencias sobre lo que ha sucedido con cada tema, así la gente que pase por acá después tendrá una visión actualizada.

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  9. Any, no entendí tu sugerencia. ¿Me explicás,por fa?

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  10. Felipe: correlación no demuestra causalidad, claro, pero en ausencia de correlación se pone cuesta arriba argumentar causalidad.

    Por otra parte, tu modelo teórico está falsificado ampliamente: ni las personas toman decisiones de acuerdo al modelo del optimizador racional, ni los resultados son "como si" lo hiciera (así que el proverbial jugador de billar de Friedman no ayuda mucho) ni los supuestos de Arrow-Debreu se cumplen, ni de muy lejos, en ninguna economía real.

    Siendo así, te vuelo a plantear el tema empírico: citá diez economías que hayan crecido aceleredamente, durante 10/15 años, al tiempo que bajaban sus tasas impositivas. Y mostrá, por otra parte, que las economías en que aumenta sistemáticamente la carga tributaria tienden a crecer cada vez más lento.

    Si no podés hacer esto, tendríamos que concluir que, si bien dentro de un modelo teórico que poco tiene que ver con la realidad un incremento en los impuestos sobre la renta desincentiva el trabajo, en la realidad no tenemos evidencia de que la reducción de los impuestos reduce el ritmo de crecimiento económico.

    Además, claro, el CP es importante. Si, milagrosamente, uno pudiera bajar los impuestos y aumentar la provisión de bienes y servicios públicos, acelerar la construcción de carreteras, mejorar la seguridad, dar un calto cualitativo en la calidad de la educación, crear universidades de clase mundial, etc. etc. etc., vaya hombre, en tal caso en la de menos si que habría crecimiento acelerado junto a baja de impuestos.

    Saludos, y, como siempre, gracias por seguir conversando.

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  11. Gravar a las zonas francas es un error, genera un mensaje equivocado al inversionista tanto futuro como quien ya confió e invirtió en Costa Rica. Hace tan solo año y medio se aprobó la reforma a la ley de ZF que modificó estos incentivos fiscales; y ahora se cambian de nuevo las reglas del juego. Es muy arriesgado, son más de 55mil empleos que dependen de este régimen, un 30% de los flujos de IED son generados por estas empresas, y, en gran medida financian el déficit en la balanza comercial. Yo apoyo las medidas contra el déficit fiscal y sólo discrepo en este punto particular del Plan Fiscal, en épocas económicamente complejas arriesgar empleos es muy delicado.

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